Si alguien le preguntara a un compañero mío de primaria cómo recuerda a un tal Daniel Krauze, estoy seguro que dirían cuatro cosas: no conocía el concepto de peinarse, siempre traía una camiseta de un equipo de soccer que le quedaba demasiado grande, siempre usaba tacos (hasta con jeans) y siempre estaba jugando futbol. La enumeración pinta al niño que fui de cuerpo entero: vivía, comía y soñaba con futbol. Jugaba en recreo, en los pasillos de la escuela, entre clases, llegando a mi casa, en el jardín, con mis perros, con mi hermano, con mi papá, con mis primos, en el garage, en la calle, en fiestas, entre semana y en sábados y domingos. Seguía obsesivamente todas las ligas, me sabía de memoria todas las alineaciones. El mejor momento de mi semana era sentarme a ver Acción! y esperar a que llegara la sección de Gol, error y figura. Me gustaba, también, el oso de la semana. Soñaba con ser como Luis García, como Manuel Negrete o como Roberto Baggio. Mi amor por Baggio –Il Codino- era tal que, seguro de que jugaría en la Juventus de Turín, le pedí a mi mamá que me metiera a clases de italiano cuando cumplí diez años (para poder hablar con mis eventuales compañeros de equipo). Decir que el futbol era mi religión no es caer en hipérbole. Vaya: era mi vida entera. La pelota no era mi juguete favorito: la pelota era una extremidad perdida, un pedazo de mi cuerpo que jamás podía tener a más de diez metros de distancia
Durante años tuve una rutina. Después de jugar fútbol tomaba el balón y lo aventaba al aire. Disfrutaba ver su circunferencia atorada en el cielo, como un sol de hule bicolor. Lo veía, flanqueado por el blanco de las nubes, y por un segundo imaginaba que no estaba en mi casa sino en el estadio Azteca, a punto de empezar un partido de liguilla o un partido con la selección. Era mi fantasía más recurrente, mi sueño más hermoso
Escribo, pues, porque no fui futbolista. Y más allá de mis carencias como jugador, si no fui futbolista fue porque a los ocho años, después de ver a Negrete anotar un gol, me volví Puma de hueso colorado.
*-*
Si el futbol era religión, los Pumas eran mi catedral. Los recuerdos más bonitos de mi niñez se llevaron a cabo en la UNAM, como fanático y como jugador. Desde muy chico, mi padre me llevaba al estadio a ver jugar al Puma. Nos sentábamos en esa zona, ahora arrasada por las barras, que ve a medio campo. Rodeado de estudiantes y profesores universitarios, mi padre dejaba su americanismo de lado y entonaba el goya junto a mí. En las gradas aprendí, de boca de un puma veinteañero, cómo mentarle la madre al árbitro. Comía habas con chile mientras mi papá se bebía una cerveza. Veíamos a Juan Carlos Vera, al Tuca, a Luis García, a Jorge Campos, a David Patiño, a García Aspe, y al resto de esa memorable camada universitaria dirigida por Mejía Barón. Recuerdo, sobre todo, un partido contra el América en el que los Pumas ganaron 5 a 2, anotando dos goles en el último minuto. Era la temporada del 90-91 y el Puma llegó a la final. Fui al Azteca con mi papá y mi hermano a ver ese primer agonizante partido en el que perdimos 3 a 2. Recuerdo haber llorado en el medio tiempo, antes de que Patiño anotara el segundo gol. Unos días después vi, desde mi televisión, el Tucazo. Y supe que, más que nada en el mundo, quería ser parte de ese equipo. Jugar en Ciudad Universitaria. Escuchar el Goya desde el césped. Portar esa, la más bonita y extraña, de todas las camisetas del mundo.
Recuerdo que los Pumas empezaron con paso firme la temporada siguiente. Estuvimos en el superliderato durante varias semanas, hasta que nos ganó el Atlante (ahí también lloré, por supuesto). Luis García, con un pie en España, volvía a ser goleador. Al final, si no mal recuerdo, nos eliminó el León de Vucetich en cuartos de final. Fue en uno de esos partidos previos a la liguilla cuando fui a CU. Me senté con mi papá hasta arriba, debajo del Palomar (al que detestaba porque estar adentro de ahí era como no estar en el estadio). Al lado de nosotros, con su novia, veía el partido un “monitor” de Pumitas. Me hice amigo de él y, al finalizar el partido, le dio su teléfono a mi papá para que me inscribiera en su equipo. Salimos del estadio. Por más pequeño que fuera, la sola idea de usar una camiseta con un puma bordado en el pecho me entusiasmó tanto que no pude dormir por tres días.
Desgraciadamente había un problema: nadie, en toda mi primaria, era peor que yo jugando fútbol. Tenía nueve años y pasaba el recreo en la línea de banda, esperando a que alguno de mis compañeros saliera del campo para poder sustituirlo. La cancha de mi primaria era pequeña, con porterías verdes (sin redes) y piso de cemento. Jugaban diez contra diez en un espacio menor a treinta metros. Y yo nunca formaba parte de los equipos. No podía culparlos: mi pierna derecha no servía para nada, me daba miedo la pelota y no tenía ni idea de cómo cabecear (así que mi altura también era inservible). No obstante, decidí intentarlo. Hablé con mi papá y fuimos un sábado a las canchas de Pumitas a inscribirme. Es difícil describir lo que sentí al ver decenas de niños de mi edad, con uniformes variopintos, corriendo y jugando en esas canchas de lodo y pasto. Sentí miedo, por supuesto. Era malo para los deportes, pero no era idiota: sabía que mi destino en esas canchas no sería diferente al que me esperaba cada recreo en la primaria. Pero no podía dejar de sonreír. Por primera vez formaría parte de un equipo, de mi equipo, y eso me bastaba.
Me enrolaron en un equipo en el que la mayoría de los jugadores eran mayores que yo. Era el final de la temporada, así que sólo jugué tres partidos. Tres partidos tan desastrosos, con una actuación tan vergonzosa de mi parte, que hasta mi papá tuvo que confesarme que le daba pena llevarme a jugar. Metí autogoles, ocasioné penales, me di la vuelta cada vez que se acercaba el balón. Quedaba claro que si quería convertirme en futbolista me iba a tener que esforzar. Y cosechar un par de huevos para dejar de darme la vuelta en todas las jugadas.
Durante el verano de 1992 entrené todos los días. Jugaba con quien tuviera enfrente, y, si no había nadie, me iba al garage a patear la pelota una y otra vez, con la izquierda y con la derecha, dominando el balón, chutando de volea, con el esférico detenido o practicando con la cabeza. Después de comer, usaba el angostísimo pasillo de mi casa como si fuera otra cancha. Jugaba contra mí mismo, metía mi pelota de plástico (que olía a frutas) a la sala, en los rincones más estrechos, y me ponía obstáculos: las sillas se convertían en contrincantes, cada ángulo de cada recámara se convertía en un blanco. Fuera de tomarlo como juego, esas tardes eran mi entrenamiento. Y rindió frutos.
Durante las siguientes temporadas en Pumitas me volví titular de mi equipo. Jugaba en la posición de mi venerado Roberto Baggio: un “diez” adelantado. Y empecé a meter goles. A dar pases para gol. A no darme la vuelta. A encarar al defensa. A driblar. A adueñarme del campo. Ese mismo año me cambié de escuela, y, ahí, no volví a conocer la línea de banda. Me empezó a tocar a mí ser capitán, escoger a mis jugadores, organizar un equipo. Jugaba en recreo, entrenaba en Pumitas, jugaba en la noche en el pasillo de mi casa y me dormía viendo mi colección de camisetas, colgadas en la pared de mi recámara.
Mis experiencias en Pumitas durante esos años fueron y siguen siendo parte de mis recuerdos más preciados. Sin importar la clase social y el trabajo de nuestros padres, mi equipo y yo crecimos juntos. Compartíamos gajos de naranja al medio tiempo, bebíamos agua de jamaica al final del partido y formábamos parte, junto con nuestra familia, de convivios bimensuales. Recuerdo cada gol, cada partido ganado y perdido, de esos años. Y recuerdo a mis compañeros, a los que nunca he vuelto a ver, con auténtica añoranza. Lo más bonito del grupo era que la convivencia no estaba circunscrita a los niños nada más. Mi papá –que siempre fue el encargado de llevarme a mis partidos matutinos, y el que más se emocionaba con mis goles- forjó una verdadera amistad con el resto de los padres del equipo: académicos de la UNAM, afanadores de las aulas, hombres que se despertaban dos horas más temprano que nosotros para llegar a tiempo a los juegos. Aunque nunca lo hemos platicado, sé que él recuerda esa época con el mismo cariño que yo. Como prueba: después de festejar el día del padre con mi equipo, a todos les dieron una camiseta con la leyenda “Papá Pumita”, arriba de un dibujo de un pequeño puma en los hombros de su padre. Mi papá usó esa camiseta todos los domingos por más de diez años. Cuando, de tanto uso, empezó a deshilacharse, decidió enmarcarla.
En 1995, al finalizar un partido, se me acercó un directivo de Pumitas para invitarme al Representativo de la UNAM: la antesala de las fuerzas básicas. Me pidieron un par de fotos tamaño pasaporte y que me presentara el lunes, a las cuatro, en la cancha principal para empezar a entrenar. Tomé la noticia como lo que era: el primer paso serio hacia una carrera como futbolista profesional. Ni siquiera tuve que hablarlo con mi familia. Sabía que, pasara lo que pasara, estaría en esa cancha, el lunes, a las cuatro.
Mis primeros meses en el Repre –como le apodaban al Representativo- fueron todo menos sencillos. La culpa no fue enteramente mía. Tanto jugar provocó una lesión en mi muslo derecho. No la sentía al correr, ni cuando pasaba el balón. La sentía cuando disparaba al arco: un latigazo de dolor, como si mi muslo se separara del hueso. Llevaba meses con ese problema; y aunque mi papá se había dado cuenta, yo le mentía, minimizando el efecto que la lesión tenía en mi juego. Sin embargo, era obvio que me afectaba. Dejé de cobrar los tiros libres y los penaltis. Me volví un jugador de cascarita, reducido a driblar y dar pases cortos. Quizás todo se hubiera arreglado con dejar de jugar por un mes o dos, pero pedirme que dejara de jugar fútbol era el equivalente a pedirme que dejara de respirar. Era aceptar que por “un mes o dos” estaría muerto. Ni siquiera consideraba la idea: no permitía que entrara en mi cabeza.
Tampoco podía dejar de jugar, precisamente porque acababa de ser convocado al Repre. Estaba seguro de que jugar ahí me llevaría directo a primera división, y no quería arruinar mis posibilidades si le pedía tiempo al entrenador para sanar. Presentía que eso equivaldría a salirme del equipo. Me daba miedo. Así que me quedé callado, y cuando me ponían en la alineación inicial aceptaba el cargo, sin mencionar mi lesión.
El primer partido fue un fracaso absoluto. Jugué en la delantera y recibí decenas de balones en el área que, simple y sencillamente, no pude mandar al arco porque mi muslo me lo impedía. Todo esto resultó en jugadas ridículas en las que, tras recibir el balón, me daba la vuelta y, como si le tuviera miedo a la portería, buscaba a un compañero para que recibiera el balón. Desgraciadamente, los defensas a los que ahora me enfrentaba eran igual o más buenos que yo. Ahí no había ningún gordito al que pudiera driblar doce veces seguidas. Cada vez que empezaba a gambetear –aún instalado en el tranquilísimo ritmo de juego de Pumitas- un lateral llegaba y me despojaba del balón con una carga.
Me sacaron antes de que acabara el primer tiempo.
Los siguientes partidos fueron igual de deprimentes. Era un delantero con la pólvora mojada de manera permanente. No había días malos y días buenos. Todos los partidos fueron un desastre porque no me atrevía a admitir que no podía chutar. Y mientras más jugaba, y más forzaba a mi muslo, menos podía. Pero como no hablaba de esto con nadie, jamás recibía un solo consejo al respecto. No tenía a nadie que se acercara para explicarme que debía admitir mi lesión y tomar un descanso.
Las cosas empeoraron cuando mi entrenador, un tal Pablo García, decidió agarrarme de bajada y usarme como blanco de sus burlas y sus brutales exigencias. Yo sospechaba que había algo de racismo en su actitud: después de todo, yo y otros tres compañeros éramos los únicos “güeritos” del equipo. Pero a nadie trataba con el mismo desprecio que a mí. En varias ocasiones me rebajó a tal grado que tuve que dejar el entrenamiento al borde de las lágrimas: se burlaba de mí; me obligaba a seguir corriendo aún cuando ya no podía respirar del cansancio, a bajar balones atascados en las púas de las rejas, a dar vueltas y vueltas a la cancha por ningún motivo.
En los pocos días en los que decidí quejarme, García me intimidaba físicamente o, bien, traía a cuento mi posición económica:
Tú te quejas, Krauze, pero Paco viene de Neza y no abre la boca.
Lo que no entendía es que no me quejaba del entrenamiento. Me quejaba de él y de su trato. Y Paco, viniera de donde viniera, no era tratado con la misma moneda.
Dejé de ser titular. Mi mamá me llevó a un par de canchas lodosas cerca de Teotihuacán a las ocho de la mañana y García me metió cinco minutos. Me desperté a las cuatro de la mañana para llegar a alguna cancha perdida cerca de Toluca para un partido a las seis y García me dejó en la banca. No importaba qué tanto me esmerara, no importaba si guardaba silencio, si intentaba controlar mi necesidad de ser el bufón que quería llamar la atención: mi entrenador no dejaba de agredirme de una manera u otra.
Un día decidió darle mi camiseta –el 9- a otro jugador. Lo hizo enfrente de mí, por supuesto (de lo contrario, el gesto no valdría para nada). Por tres meses no acumulé un solo minuto en la cancha.
Mi muslo sanó, pero eso no mejoró mi situación. Me hubiera importado poco no jugar si siempre hubiéramos ganado, pero, a pesar de tener jugadores excepcionales, éramos el peor equipo de todo el torneo. Perdíamos en las canchas del América, las del Cruz Azul, de visitantes y en casa. Mi situación me hubiera incomodado menos si García hubiera tenido los pantalones para correrme del equipo cara a cara. Para decirme, pues, lo que todos (yo incluido) sabíamos: que no me necesitaba, que había mejores delanteros que yo, que era mejor que dejara de ir a entrenar. Fuera de hacer eso, García, como buen sádico, hacía lo posible por darme esperanzas. Esfuérzate para que te de minutos en la cancha, Krauze. Y yo, por supuesto, obedecía.
Tras varias quejas de diversos padres, Pablo García salió del equipo y dejó a Ulises, su subalterno, a cargo del Repre. Ulises no me caía mejor que García: era menos mamón, pero igual de lejano e inescrutable. Los entrenamientos se volvieron menos pesados y yo volví a jugar medio tiempo aquí y medio tiempo allá. Un día, en la cancha principal de Pumitas, metí dos goles contra Cruz Azul: los únicos que marqué en toda mi estancia en el Repre.
Pero como toda gran burocracia, donde nada se resuelve porque todo es una unidad y nada puede extirparse sin llevarse a el sistema entre las patas, García regresó a su cargo, apoyado por Ulises y El Pibe, un tipo cuyo cargo jamás entendí pero que parecía estar inmiscuido con el Repre y con la Universidad. Un día, El Pibe sorprendió a mi hermano jugando conmigo en una cancha vacía –y aparentemente prohibida- de Pumitas, previo a un entrenamiento.
Estás poniendo en riesgo la carrera de tu hermano con tu comportamiento, le dijo, jalándolo de la camiseta a un costado de la cancha, lejos de mí.
Mi hermano no supo qué responder al verse confrontado por este adulto y su inusitada agresión. Toda mi familia –él, mi abuelo (que quiso ser futbolista), mi tío (que también quiso ser futbolista) y mis padres- querían verme debutar. Lo que menos querían era afectar mi incipiente carrera.
¿Pero qué hice?, preguntó mi hermano, ofuscado por el ataque, encogiéndose de hombros.
Salte de aquí, le dijo El Pibe. Y mi hermano, al que jamás había visto derrotado en toda mi vida, se dio la vuelta y se fue. El mensaje era claro: estaba solo en el Representativo y nadie podía defenderme.
Los meses pasaron sin mejora alguna, pero me rehusé a bajar las manos. Fui a todos los entrenamientos, me esforcé el doble, me callé la boca, me volví un soldado, un robot que sólo sabía obedecer las órdenes de García. Pero no me sirvió de nada. El mayor acercamiento que logré tener con mi entrenador ocurrió una mañana durante un partido de práctica en domingo. Hice una broma. García volteó a ver a Ulises, se rió de manera socarrona y me dijo:
Eres cagado, Krauze.
Fue el único elogio suyo que recibí.
Un jueves, mientras entrenábamos en la cancha más alta de Pumitas, García me vio bromeando con un compañero, y decidió –como era la norma- castigarme. Me obligó a hacer veinte sentadillas. Cuando las completé me obligó a hacer otras veinte. Cuando acabé me obligó a hacer otras veinte. Me quebré al llegar a 120, tras aguantar sus burlas y sus gritos militares. Me levanté y salí del entrenamiento, llorando.
Nunca volví a tocar una cancha de Ciudad Universitaria.
Me tomó más de tres años volver a pararme en el estadio para ver a los Pumas.
*-*
Me salí del Repre a los catorce años, humillado por mi entrenador, confundido, triste. Preocupados por mi estado de ánimo, mis padres me impulsaron a buscar otras alternativas. Tras hablar con un directivo de Pumas, mi papá me consiguió una cita con un director de fuerzas básicas: un organismo ajeno, al parecer, del Representativo. Lo fui a ver a su oficina y le platiqué mi caso. Le conté de mi amor por la camiseta, de las ganas que tenía de probarme con ellos, de mi amarga experiencia con García. El hombre escuchó mi historia con rostro aletargado y mirada distraída. No me dio más de cinco minutos de su tiempo. Al final me apuntó el número de otro directivo y me pidió que le hablara por teléfono. Lo hice. El otro directivo me pidió que me presentara el siguiente lunes, a las cuatro, en la cancha del Representativo. A sabiendas de que García, técnico eterno del Repre, seguía ahí, decidí no ir al llamado.
Estaba listo para tirar la toalla. ¿Qué iba a hacer? Todos parecían conocer o estar coludidos con la mafia del Representativo.
Un día, mi mamá entró a mi cuarto. Me pidió que probara por otros lados. ¿Qué tal el América?, me preguntó. La sola idea me dio náuseas. Pero imaginar a mi abuelo –que había jugado en las fuerzas básicas del América en los treinta- viendo a su nieto con la playera azulcrema fue suficiente como para volver a lanzarme al ruedo.
Fui a un solo entrenamiento. Había perdido el gusto por el balón, por la portería, por esa sensación inigualable de ver tu disparo extender las redes. De regreso en mi casa, tomé un balón en las manos y salí al jardín. Lo arrojé hacia el cielo, tal y como había hecho por tantos años, intentando imaginar que no estaba ahí sino en un estadio, vistiendo la camiseta del Puma o de la Juve, listo para rematar. No pude. El balón había perdido todo significado alterno. No era nada. Era una mancha circular en el cielo, una serie de gajos de plástico cocidos unos con otros; aire. Y nada más.
*-*
Es difícil enterrar tus viejas pasiones, pero es aún más difícil admitir que le has perdido el gusto a lo que alguna vez fue primordial en tu vida. Un día, antes de salir a clases, decidí ponerme zapatos con mis jeans. Mi colección de camisetas abandonó mi pared y acabó arrumbada en el último cajón de mi closet. Mis balones se desinflaron en una esquina de mi recámara. Le perdí la pista a mi equipo: no volví a prender la televisión para ver futbol los domingos ni los sábados. Dejé de ir a CU.
De vez en cuando me acechaban escenarios fantásticos. Manejaba mi coche por Periférico e imaginaba cómo sería dar la vuelta y enfrentar a García en la cancha donde seguramente seguía entrenando. Un día me encontré al Pibe en Insurgentes, en el carril contiguo. Tuve que estacionarme para sofocar las ganas de estrellar mi automóvil contra el suyo.
En preparatoria, un compañero me convenció de ir a CU a ver un partido de liguilla de los Pumas. Creo que jugaban contra las Chivas; fue un partido en el que le arrojaron una botella en la cabeza al Tuca, que ahora era técnico del equipo rival. Llegamos temprano y nos sentamos en el mismo lugar en el que, de niños, me sentaba con mi padre. Treinta minutos antes de que comenzara el partido, un grupo de aficionados enardecidos nos corrió a gritos de nuestros asientos. Les importó poco que fuéramos del mismo equipo. No podíamos sentarnos ahí, porque ahí “se sienta la Rebel”.
Años después, el mejor jugador del Representativo me habló para invitarme a una cascarita de futbol rápido. Fui y recibí una agradable sorpresa: ahí estaba todo el Repre. Los mejores delanteros y medios del equipo de García. Jugamos del mismo lado y ganamos con facilidad. Al terminar el partido les pregunté si habían seguido jugando. Todos habían estado ahí un año más o dos. Pero, finalmente, abandonaron las canchas. Nadie de toda mi camada del Representativo llegó ni a Primera A.
El último triunfo de Pumas que disfruté fue aquel primer campeonato de Hugo contra las Chivas. Lo vi fuera de México, en un bar repleto de fanáticos auriazules. Caí en la cuenta de que no me sabía las nuevas porras, ni los cánticos, ni los saludos, ni siquiera los jugadores. Festejé el triunfo porque supe que al niño que fui –el niño que esperó más de diez años para ver al Puma volver a coronarse, el niño que vio el Tucazo, que lloró en el Azteca- hubiera sido muy feliz con ese partido. Pero yo no lo festejé. No podía festejar la victoria de un lugar al que había querido tanto y que me había tratado como si no valiera nada.
Con los años he visto cómo han cambiado los seguidores de mi equipo. La afición ha dejado de ser ese punto de encuentro entre orgullo universitario y simpatía. Ha dejado de ser un equipo al que sólo alguien valiente puede irle (porque siempre venden a sus mejores jugadores), para convertirse en una preferencia políticamente correcta e infinitamente aburrida. La afición Puma, más que cualquier otra, se ha visto transformada por el lamentable brote de las barras: esos organismos imbéciles que confunden la fanaticada con la guerra. Más que malos perdedores, los Pumas de hoy en día son terribles, patéticos ganadores. Peores que el América, peores que el Guadalajara, dignos del corriente arrojo de Mourinho. He visto, muy de cerca, como los aficionados de la UNAM le restriegan en la cara los triunfos al contrincante, sin importar a qué equipo esté afiliado. Veo a los seguidores del Puma –a los burguesitos que ven el juego desde el palomar mientras se empinan una cuba, a los directivos universitarios que disfrazan los problemas de su institución detrás del triunfo de once pelados, a los jóvenes estudiantes que encauzan su hostilidad en la lanza de su saludo fascistoide- y no veo dónde se podría sentar, en ese estadio, mi padre y su hijo de ocho años, con una bolsa de habas enchiladas, con un goya en la garganta, y con esas aspiraciones de que algún día, si Dios quiere, será como Manuel Negrete.
Chale, gajote del oficio ese García! Asombrosa defincion de patetitos ganadores!
“Con una bolsa de habas enchiladas”… los recuerdos de nuestras primeras ilusiones, aventuras, vistazos a la vida q podría esperarnos en algún rincón son mas q suficientes para poner una sonrisa en el rostro… algo torcida y para el q nos conoce bien quizá con un dejo de tristeza, pero al fin y al cabo, sonrisa…
Excelente!! Y tristemente, refleja el caso de muchos jóvenes que pudieron llegar a ser figuras y se los impide la frustración de los que no pudieron pero son amigos de los que mandan.
Saludos.
Lamento que tu experiencia, que parecía ser prometedora y divertida al inicio, haya terminado en cuasi-traumante y odiosa al final. Timos como ese tal “Garcia” y otros existen no solo en el panbol, sino en muchísimos ámbitos (lo sé yo y muy seguramente tu también).
Yo en lo personal no soy aficionado de ningún equipo de fucho nacional o extranjero, me gusta el deporte por si mismo, pero ningún equipo en particular.
Respecto de la liga nacional, historias como la tuya seguro existen “a pasto” pero como realmente a “la industria panbolera” le importa poco cuanto talento desperdicia o corrompe, o a cuantos aficionados decepciona, siempre y cuando pueda seguir llenando sus bolsillos, pues ..
Recibe mis más cordiales saludos y mis mejores deseos de éxito, cualquiera que sea la actividad a que te dediques (excepto el “narco” claro está).
DarkPaladinX
me tarde pero lo lei.q buena historia, yo tambN estube en pumitas y en fuerzas básicas, pero me sali, tu relato me recordo esos buenos tiempos, y aunque lo que dices es muy cierto en cuanto a lo de ir a CU, le seguire llendo a los pumas hasta que muera, en fin.
Hola buen día me encanto tu texto en verdad yo también me enamore de pumas gracias a mi padre y al tucazo lamento mucho la manera en la que fuiste tratado es en verdad vergonzoso coincido con casi todo lo que dices y casi todo xq a pesar de que tienes razon en que las barras la violencia y los porros han tomado el control del estadio también seguimos existiendo los aficionados que nos burlamos del americanista que perdió pero que comemos en la misma mesa con el ya que es nuestro mejor amigo y para mi el triunfo es grande y es una burla meramente futbolera es triste que mucha gente mal entienda rivalidad y lo confunda con violencia y agresión me gustó lo que leí xq es un toque de realidad que nos hace falta a todos mas dejame decir que seguiré siendo de pumas por siempre y que no todo es malo no todo es violencia y que por eso poco bueno que queda vale la pena seguir adelante…
Que buena narracion.
Es triste pero es verdad
Lamentable hoy en dia todo esta amafiado, todo pasa por compadrazgos, amiguismos o favores; esto sin contar a aquellos que piden la cooperacion voluntaria para que tengas el derecho a estar en un equipo, jugar o solo ser parte de….
Habemos muchos que compartiremos estas historias, con un poco mas o un poco menos de desigualdad; pero que al final te llevar a mirar el mundo de forma diferente.
Dejamos de creer y dejamos de apasionarnos por este hermoso deporte, e incluso por cotidianidades de la vida.
Excelente nota. Lamentable experiencia en la Repre….
Qué gran post. Qué emocionante recordar esas experiencias de niño que te han marcado para toda la vida. Qué inocentes éramos y que poca comunicación teníamos con los mayores, para que nos pasaran estas verdaderas tragedias que sólo nosotros entendíamos y llorábamos. Gracias por describirlo tan perfectamente.-
genial…. simplemente maravilloso… me encanto. Gracias por compartir esto con todos
Cada quien habla según le fué en la feria. Nimodo mi Dani la mala fortuna te persiguió en esa etapa y siendo tan jovencito seguro debiste pasarla mal, que mala onda. Yo también jugué en Pumitas, de pero Football, sin duda fueron los años (mis años) maravillosos. Daría todo por volver a ser ese poderoso linebacker que los Borregos del CCM se querían agenciar (y nunca, JAMÁS grité un dama caballo rey COMO UN GOYA PUMA). Fuí muy feliz y doy gracias a Dios. Y eso de que no te gusta la REBEL pues es muy aceptable y pues si es cierto que están bien locos, pero también te siento como el clásico ruco que ya nada le parece y todo le desagrada. Saludos!
Krauze, como no sentirme identificada con esta narración. Como tú, crecí en Pumitas y en el estadio Olímpico Universitario, no jugando futbol en esta liga infantil pero sí viendo a mi hermano luchar y ser tratado por el coach como mencionas.
Si bien asistí desde muy pequeña al estadio, entoné el himno, grité pumas con el rugido histórico -el cual hoy no tiene significado alguno para la afición-, comí esas ricas tortas, papas, tacos y hot dogs que vendían, entre otras; hoy me da pena y repulsión entrar a un estadio donde la persona que se sienta a tu lado no es más que alguien sin educación ni respeto a tu persona. Ya no es esa comunión dominical de antaño, donde las familias podían realmente disfrutar en ese estadio un partido de futbol.
Debo decir que mi experiencia deportiva dentro de esa institución se centró en el voleibol. Obviamente el crecer y querer a la playera puma desde pequeña me generó el deseo de representarle y vestirle, a tal grado de llegar al primer equipo de la Universidad. Acto que si bien me costó tiempo, esfuerzo y lesiones (las cuales a la fecha aún existen); también me dejó un muy mal sabor de boca a causa de directivos deportivos. Pareciera que toda esa institución educativa se vale de favoritismos en lugar de hacer explotar el “don” de cada jugador(a).
No lo digo como una persona ardida, sino como alguien a quien le defraudó conocer realmente la mafia (como bien señalas) existente en toda la red deportiva de esa universidad.
Hoy por hoy, el grito puma puede ponerme la carne de gallina pero el verles o el hecho de querer jugar nuevamente llevando su nombre, traen consigo un desencanto enorme.
Saludos
En ese mismo lugar donde te sentabas con tu papá, me sentaba yo con el mío. Era casi una tradición familiar. Con los años, fuimos viviendo como las porras se hacían casi sectas, como los “Goyas” se volvieron cantos mamones que sólo se saben ciertos grupos, y que por eso, más que unir, separan. Fueron relegando a las familias y a los grupos de amigos a la parte de abajo del palomar, a las cabeceras, o peor aún, a la tribuna de enfrente, ¡al lado del pebetero!.
Llegó alguna temporada en que dejamos de ir al estadio, y decidimos que era más seguro, y nos sentíamos menos fuera de lugar, viendo los juegos desde casa. Creo que no había notado, hasta que leí este texto, lo indignada que estoy por eso, lo que me molesta que muchos fanáticos de Pumas se hayan vuelto una especie de salvajes vengativos y ardidos, o unos despiadados burlones.
Creo que la diferencia es que yo sigo siendo Puma en cada célula de mi cuerpo, y por eso me indigna que nos cataloguen a todos de la misma forma, como unos improvisados salidos de la coladera o como unos salvajes. Yo soy Puma desde la cuna, viene en mis genes, pero además lo aprendí viendo a mi papá cantando el Goya con muchísima pasión y a mi familia compartiendo las famosas habas enchiladas de las que hablas (además de tortas, cueritos, cerveza y demás botanas).
Seguro no dejaré de ser Puma porque no voy al estadio o porque las barras me purgan, pero de alguna forma, comparto tu sentimiento de decepción, no necesariamente con el equipo, pero sí con una buena parte de su afición.
Mil gracias por compartir.
Laura
excelente texto por mi parte aficionado del america no puedo sino encontrar un gran parecido a toda la mistica de cualquier equipo de mexico y tal vez del mundo ya todo visto desde el punto de vista comercial ya nada es igual, ni lo sera
-_-
Enorme comentario, excelente redacción y muy buena narrativa. Desgraciadamente los aficionados de hueso colorado estamos cada vez más condenados a ver el futbol desde televisión porque los estadios son espacios copados, vendidos o solapados por las instituciones hacia las barras, esos que por derecho “propio (para insultar, golpear, apedrear, etc.)” son aficionados de primera con derecho a butaca pagada por el equipo. Irle a los PUMAS es una moda donde hasta los rechazados de la UNAM le van al equipo, y siempre se extrañarán esos aficionados de hueso colorado, los que hoy están fuera del estadio.
Saludos.
JG
Lamentable situación la que pasaste, con la cual me identifico plenamente, ya que me tocó vivir algo muy similar, pero con el América… pero es el mísmo Cancer que enfermaba al futbol mexicano y sus escuelas “formadoras, cancer que hoy está cerca de ganar la batalla, un abrazo.
MUY MUY MUY buen artículo, lo pensé mucho para leerlo porque en un principio pensé otra cosa muy diferente, pero no me gusta quedarme con dudas así es que lo leí y me doy cuenta de que Pumas se está quedando sin los aficionados que realmente valen la pena, esos que sienten en verdad sus colores, que vibran con cada triunfo, que se esfuerzan con cada fracaso, y que sobre todo NO se burlan del contrario, que saben ser ganadores y que igual saben perder, yo siempre he sido aficionado de Cruz Azul y antes los Pumas no me caían mal pero después de ir varias veces a su estadio y ver a sus “aficionados” (no todos, pero si la mayoría) correr a la gente de sus lugares porque traían la camiseta del otro equipo o simplemente porque “esos lugares son para las porras” comencé a tomarles rencor, odio, y eso fue creciendo y ahora no soporto verlos ganar porque son burlones, quieren humillar al contrario como si ver perder a tu equipo no doliera y no fuera suficiente, porque yo recuerdo cuando también de niño iba a los estadios y podíamos sentarnos con aficionados del equipo contrario y no pasaba nada, cada quien celebraba los goles de su equipo, se disfrutaba el juego y al final todos en paz, nadie se metía con nadie, sabíamos disfrutar del fútbol, por supuesto hay “aficionados” pumas que valen la pena, que siguen siendo como eran antes pero desgraciadamente los delincuentes disfrasados de aficionados han hecho que parezca que se han extinguido. Para terminar quiero felicitarte por el artículo y esperemos que algún día se recuperen las tribunas y vuelvan a ser como antes, a esas en las que pueden ir las familias completas sin miedo a sufrir algún “accidente” provocado por la estupidez de alguien que se siente “fanático” de un equipo de fútbol. Saludos
No se si te sirva de Mucho, pero esa historia no es exclusiva de Pumas.Esa historia se repite día a día en casi todos los clubes y academias infantiles y profesionales de Mx.Una verdadera pena y un desperdicio de talentos.
Respeto tú sentir por esa desafortunada experiencia. Pero generalizas con lo de la afición.
Me gusta como escribes, al ir leyendo iba imaginando todo lo que narras y sentí esa gran frustración, me identifico plenamente en ese despertar al mundo de burocracia y corrupción de México.
Eres un gran escritor.
Daniel, increíble narración!
No diré que eres cagado. Escribes de lujo, esa línea de cosechar huevos, vale más que un gol.
Me identifico en la idea central de tu texto. Unam, en los ochentas (que pude ver siendo niño) y en aquellos noventas (los de tu infancia) tenía un equipo realmente simpático.
Los acuñé durante mucho tiempo como segundo equipo, me contentaban sus logros siempre que mis chivas se quedaban cortas en el intento de alzar un título.
Fue hasta la primer década de este siglo que me encontré con que ir a CU era más bien una experiencia desagradable. Esos animales a los que te refieres, barristas de porquería, son capaces de agredir de la manera más humillante a NIÑOS que llegan a pasar por esa tribuna con la camiseta del rival.
En ese Unam 0 Guadalajara 1, con Gol de Luis García, paradójicamente, me nació ignorar, despreciar y no simpatizar más con la causa puma, porque si bien no todos agredieron al niño aquél, todos animaron y festejaron tal conducta.
No eres el único Krauze.
Me pregunto que impresión tendrá el “García” aquél. Quizá mientras hojee una H o una TVNOTAS en un samborns un día de estos, y se tope en el aparador “Fiebre” De Krauze.
No dirá que eres cagado. Se va a cagar nomás.
Me gustó mucho tu relato, aunque qué pena lo que pasó con tu posible carrera en el futbol, qué triste que te hayas topado con ese tipo y sobre todo a esa edad.
Sin embargo, espero que ahora que puedes platicar sobre esto, vuelvas a tu origen y al de tu padre; ser puma, a pesar de todo.
Los que escribiste me trajo muchos recuerdos de cuando era niña y veía los partidos de pumas los fines de semana con mi papá, sabía los nombres de todos los jugadores; después de adolescente moría por Antonio Sancho y veía los juegos con un nuevo fervor jajaja.
Ahora sólo los veo jugar cuando van contra cruz azul y américa y claro cuando pasan a la liguilla. He ido a pocos partidos pero la he pasado muy bien y sí, en el estadio ves todo tipo de gente, personas como yo que poco ven los partidos, que no estudiaron en la UNAM pero que le guardan cariño a la camiseta desde que tienen memoria.
Saludos,
tienes una nueva follower desde hoy.
me pongo de pie con tu articulo, excelente creo que a muchos nos recordaste los viejos tiempos y el como nace el amor por los pumas….
al igual que muchos yo deje de ir tanto al estadio, la verdad ya no es lo mismo ya parece una mafia, luego ni una cheve te puedes tomar agusto porque ya anda charoleando los barritas que andan alli.
Ami tambien me llevaba mi papa a la cancha y aun suspiro de recordar aquel tucazo y aquel pumas que era todo orgullo en la cancha….
sobre tus vivencias, creo que muchos nos hemos topado con un “garcia” en nuestras vidas…..
Que pena con tu caso, pero si no tenias ni una pizca de calidad, ¿que haces jugando futbol? no eres el “cheto” leaño que su padre es el dueño de la universidad y del equipo profesional, no, no todos tienen esa suerte, asi que si quieres dejar de ser “Puma” adelante, pero tu frustración es TUYA, no le heches la culpa a una lesión, porque ve a palencia, no tiene nada para jugar, nada, solo caracter, pero ese tu no lo tienes.
Lo de las barras si en muchos sentidos estan mal, pero estas mas descontiunuado que los vochos, ya no sabes nada, es mas, si te das cuenta ya la directiva compra jugadores del monton, como cacho, humberto gonzalez, palencia y tantos mas, osea que no eres solo tu, pero tu preferiste dar media vuelta a enfrentar esto, por eso el equipo esta como esta, pero NO se deja de ser Puma, yo estudie y represente en otros deportes a la UNAM, las vidtorias y las derrotas son parte de la vida y del deporte, pero sigues adelante, espero lo entiendas.
Ahora, solo te pregunto: ¿Que equipo me recomiendas? al América de tu abuelito o al Cruz Azul, que menos dan oportunidad a sus fuerzas basicas, te encargo la respuesta.
Si entendí bien tu historia, le dejaste ir a los Pumas porque ellos no se dieron cuenta del gran jugador que eras.
Supongo que le dejarás de ir a la humanidad cuando lean tus libros.
No la entendiste en absoluto, mano. Pero gracias por leer.
que bueno que dejarle de irle a los Pumas eso muestra que nunca lo fuiste.
Como bien lo señalas eras un jugador mediocre, no le eches la culpa de tus fracasos al tal “Garcia”.
Yo también recuerdo esos años en que todavía no existían las barras, la verdad los partidos eran aburrídisimos y me da gusto que te hayan corrido del pebetero, eso quieras o no, te guste o no, es territorio de la Rebel esa misma porra que va a TODOS los estadios del país siguiendo a los Pumas y no cuando “los convencen de ir”, esos weyes que se la pasan todo el partido alentando a SU EQUIPO y no echando la weba sentados en la grada, si no te gusta la Rebel, CU es MUUYY GRANDE.
Tu post esta lleno der esa nostalgia barata y estúpida que se la pasa pregonando que “todo tiempo pasado fue mejor”
jódete jódete una y un millón de veces.
Si quieres irte a bostezar a un estadio y a comerte tu bolsa de habas, vete al Azteca o al Azul, se nota que empatizas mas con el mexicano “ya merito”.
Los Pumas de la UNAM son algo mas grande que tus resentimientos, malas experiencias e incluso que su afición altamente pasional y en ocasiones incluso gandalla, que bueno que existan imbéciles como tú que ya no le van a mi equipo.
Cuando vuelvan a ganar los Pumas te restregaré en la cara una y un millón de veces que somos el mejor equipo y la mejor afición de este pais de mierda.
Sin refuerzos, con horarios a las 12 del dia, con la violencia verbal de televisa vs las opiniones de resentidos traumados como tu que a pesar de haber nacido sin talento quisieron jugar en primera división.
Awante Pumas Awante Rebel!!!!!!
Por mi raza hablará el espíritu
¿ya lo entediste?
imbécil
Yo tambien soy puma, y no soy acarreado y malseguidor como se dice puma verdadero, la verdad es que es desagradable querer tanto a un equipo, hacer tantos esfuerzos por ser de provincia e ir a CU, comprar la nueva playera, ver todos los partidos y que te paguen con una actitud perezosa y pasalona, ver a una directiva mediocre.
A mi tambien me da coraje como la directiva de un equipo “grande” deja ir a un tecnico y deja a su asistente, por favor eso lo hizo el atlas y tecos, todo por ganar pesos al no contratar un tecnico con experiencia y triunfos, como no tienes refuerzos desde hace 2 años, como un equipo canterano tiene en su cuadro titular a un hombre de 37 y 40 años… la verdad el equipo que tanto apoyamos no nos paga con la misma moneda.
A veces estoy a punto de dejar de seguir, que para los Pumas no seria una gran perdida (total, un seguidor mas un seguidor menos) pero mi orgullo puma no lo permite.
Aparte de estar desilusionado como la gran “porra” de los pumas no respeta ni a sus mismos seguidores, gente violenta y estupida como se describe en su post, el pebetero no es zona rebel pendejo, CU es para todos, no le encuentro nada de malo ir a pebetero a comer unas papas, es un partido de futbol, si quieres aventar cerveza y gritar majaderias avientaselas a tu padre por no darte educacion ni inculcarte el respeto, no por no gritar no lo vive con la misma pasion que tu…
LASTIMA QUE PUMAS SE LLENE DE SEGUIDORES ASI QUE ALIMENTAN LA MEDIOCRIDAD DE LOS PUMAS, SIGAN ALENTANDO A SU DIRECTIVA PASALONA, mientras esto pase pumas no volvera a sus años gloriosos, piensenlo dos veces
OvejaPerdida que te puedo decir un post excelente, me trajiste gratos recuerdos de mi infancia, tu situacion la vi con un amigo que padecio lo mismo en pumitas, tenia talento, garra, amor a la camiseta pero se encontro a un patan y al igual que tu pumas dejo de ser su casa.
Carajo Daniel, que gran texto, interesantísimo sin importar el equipo al que se le vaya. Una afición pasional, sin embargo racional. Un saludo
Lamento mucho tu historia yo intente entrar a las fuerzas básicas pero me falto mucho entrenamiento y los jugadores eran mucho mejores que yo.
Lo que también lamento en tu postura hacia las barras y hacia cu. Recuerdo en mi infancia era muy feliz cuando iba al estadio con mis amigos de 12 años y esperábamos ansiosos no perder, un empate era suficiente para esperar 2 hrs. a mis pumas a que me firmaran mi playera o mi bandera, después de comer nos juntábamos en el parque y simulábamos ser Santillana o Braulio luna, nos peleábamos por los nombres pero el portero siempre fue Jorge Campos.
Ahora voy muy seguido al estadio pero mis amigos y un servidor seguimos disfrutando el partido como cuando teníamos 11 años le gritamos a los contrincantes y siempre siempre apoyamos a nuestros pumas sin la necesidad de pertenecer a ninguna barra, ellos están ahí apoyando aunque nosotros no nos sentimos cómodos de estar brincando sin ver el partido (es algo que nunca nunca he entendido pero para eso sirven).
En fin la cosa es que nunca dejare de irle a mis pumas les tengo un amor indescriptible conozco todo lo que pasa, leo los diarios y no me pierdo ningún partido, pero nunca aprobare la violencia ni que estar escondido detrás de tu barra aproveches para hacer algo que no sea apoyar a tu equipo con gritos goyas y cantos.
ex-pumita:
vaya, me gustó el relato
he ido al estadio con mis hijos, al Azul, al Azteca, a CU
las porras ‘oficiales’ son un desafio jejeje
gritan cada palabra, a los jugadores de su propio equipo, uno no entiende como ‘apoyan’ de esa manera
de todas maneras, estar ahi, es muy diferente a estar en casa, viendo el juego
y tengo un hijo, fan de pumas, otro que no se decide por ninguno y yo soy diabla jejeje
gracias por compartir esa experiencia con los entrenamientos, muchas veces, los papás llevamos a los niños y confiamos en que el entrenador sabe lo que hace
saludos
Daniel,
Coincido en tu frustracion con los actuales aficionados de pumas, aunque a diferencia tuya lo veo desde otra optica, no es que la aficion haya cambiado sino que crecio y desafortunadamente crecio con barras no en calidad. La aficion a la que anoras sigue ahi, menos vista pero presente.
Tengo esperanza que una directiva nueva llegara a poker orden y la
aficion violenta algun dia abandonara el estadio, despues de todo ni la aficion del America ni la de las chivas es la misma de antes.
Por otro lado resulta lamentable tu experiencia en el representativo de los pumas. Se que mi comentario no cambiara pero a mi me sucedio una experiencia contraria
Pablo García estaba dedicado a fregar a todos los que no le caían bien. Luego ni siquiera te decía porqué o porqué no jugabas o elegía a los titulares. Pero eso no es sólo el tema: hoy, muchos de los “inchas” de los Pumas van a encontrarse con el desmadre, no saben gran cosa del fútbol, desconocen lo básico de la institución (jugadores jóvenes en el equipo, convivencia, jugar bonito, amor a la camiseta); la institución misma ha olvidado valores, contrata a jugadores veteranos sin amor al equipo, dejó atrás la idea de la cantera, dejó la televisora que siempre los había apoyado). Hoy es mejor ver a los Pumas por la tele y no aguantar que una “inchada” te obligue a a gritar sus porras tontas juegue bien o mal el equipo. Una tarde mis hermano y yo vimos coronarse a Puma frente al Robin Hood de un país centroamericano, era una copa internacional; también lo vimos ganarle a un equipo Uruguayo, el Peñarol. Los aficionados en el estadio no rebasaban los diez mil. La porra de Filosofía y Letras no paraba de hablar de fútbol y de beber chelas; la vida era feliz con eso. Pensar en salir de las escaleras en un domingo colorido y lleno de gente era un sueño. Hoy, la publicidad ha hecho de Pumas un fetiche para quien se precie de “rebelde”. No es nostalgia por el pasado solamente, es nostalgia por la esencia de un deporte y una institución que nos hizo caminar y pensar en un México diferente.
Me faltó decir una cosa más: ¿Porqué los “inchas” de las “barras” no pagan su boleto? ¿porqué los que crecimos amando a Pumas hoy lo pagamos con gusto y no esperamos que la directiva nos regale nada? El día que la directiva dejé de solapar a esas “barras” veremos cuántos de verdad le van a Pumas y cuántos se han subido al carro solamente porqué no encuentran otra cosa a qué dedicarle su tiempo.
Lamentablemente el fútbol también es una mafia, mi hermano tuvo la misma suerte en cruz azul con pichojos Pérez y yo también estuve en fuerzas básicas de pumas, de mi generación solo llegaron a primera Miguel ángel carreon(pumas y santos) y adao Martínez (Pachuca) muy mamón por cierto, y yo a los 19 años sentía que me comía el mundo a puños y deje de ir a los entrenamientos por una chica de la prepa, tengo 35 y aun me sigo lamentando por la decisión tan estúpida que tome. El hubiera no existe…
coincido con tu apreciación sobre las barras de Pumas, en especial la Rebel, pero no se me hace justo que generalices, yo sigo apoyando al equipo y me queda bien claro que el equipo no es ni su afición ni sus directivos.
Disfruto restregándole en la cara los triunfos a aficionados de América, Cruz Azul y Chivas, pero disfruto MUCHO MÁS, cuando el Azul nos mete 5 y al siguiente día me pongo mi playera de Pumas, sin pena.
Tus razones son válidas pero por favor amigo, no generalices, no soy de la rebel ni simpatizo con sus métodos nomás por ser PUMA.
EL SALUDO CON EL PUÑO CERRADO Y EL BRAZO EXTENDIDO DE PUMAS RECUERDA EL SALUDO DE LOS FRANQUISTAS Y LOS FASCISTAS.
Por lo que leo y comprendo de tu artículo tuviste una mala experiencia y una mala dirección de tus aspiraciones futbolísticas en fuerzas básicas; entiendo que esto te cause molestia pero tampoco eres el único que ha padecido esto por ser la otra cara de la moneda, el niño con recursos económicos o el “güerito” del equipo, hay muchos talentos de lugares como la misma Neza, Iztapalapa, Tlatelolco, Cuautepec y otros lugares cercanos al DF, y a las escuelas de fútbol de Universidad, que no pueden juntar el dinero para cubrir las cuotas que muchos técnicos les exigen y así truncan una prometedora carrera futbolística y muchos talentos se pierden en las ligas de fin de semana, muy respetables por cierto, mientras que troncos, bultos y recomendados cubrieron las cuotas y están algunos de ellos en Primera División derrochando mediocridad y hundiendo más a la liga mexicana. Obviamente no es el caso de todos los jugadores que llegan a debutar, hay muchos que lo logran además de su calidad con tesón y persistencia en hacer lo que quieren.
En cuanto a tu mal paso por la Cantera, y con algunas experiencias casi similares como las tuyas, en mi caso en lo académico, te faltó voluntad, deseo y necesidad de demostrarte a tí que eras bueno en el fútbol, no importaba si era en Universidad u otro equipo, pero si realmente querías hacer esto no sé para que dejarlo pasar, frustrarte para toda tu vida y finalmente hecharle la culpa a Pumas de todos tus pesares hasta el punto de presumir de que has dejador de ser aficionado al equipo de fútbol profesional. Esto último una decisión muy tuya, pero a la vez contradictoria cuando dices que de vez en cuando regresas a C.U. y te has enfrentando a la nueva realidad en las tribunas del estadio ¿qué no se supone que habías dejado de apoyar a Universidad? ¿para qué volver a un estadio donde juega un equipo que ya no es de tu incumbencia?
De lo demás, mmm, y respetando tus puntos de vista, en especial con la situación de las barras, noto que o eres pariente de León Krauze o leíste su texto sobre lo que pasaba en Pumas y lo que le molestaba después del 2004, porque lo último que escribes lo dices casi al pie de la letra de lo que comentó el hijo del historiador Enrique, y cayendo en muchos de sus errores y clichés mal comprendidos por él. El saludo con el puño derecho no tienen nada de fascistóide, es una rememoración de las antiguas antorchas de la victoria que se encendían cuando terminanan los clásicos UNAM vs IPN del fútbol americano; no toda la afición Puma caemos en lo que describes, de ser gente burda, mal ganadora y peor perdedora, si a tí te molesta que haya gente nueva con estas características puedes pedir que se haga obligatorio el llevar credencial de alumno y ex alumno para entrar al estadio, y así conocer realmente a los que somos universitarios y los que no lo son. Lo siento, Pumas es un club abierto a muchos, y esas cosas no se pueden evitar del todo.
Como siempre me gustó mucho tu relato/confesión.
Yo acababa de regresar de NY cuando los Pumas llegaron a la final e iban a jugar contra las Chivas de Vergara.
Mi sobrino de 11 años era chiva y fan de Osvaldo Sanchez.
Decidí invitarlo, compré 2 boletos, y lo llevé a CU.
Mencioné lo de NY porque durante mi estancia allá fui a incontables partidos de los Yankees, de los Mets, de los Giants, de los Jets, del US Open de Tenis. NUNCA tuve interacciones violentas o miedo de irle a uno u otro equipo.
Supuse que sería lo mismo. Es CU. Son los Pumas. Yo fui a CU y vi el Tucazo. Son estudiantes. Ayajaa.
Mi sobrino vistió la playera de Osvaldo y fuimos a CU 3 horas antes del inicio del partido. Nuestros lugares OBVIO estaban ocupados y mientras buscaba 2 lugares donde sentarme, varios aficionados querían obligar a mi sobrino de 11 AÑOS quitarse su playera. Unos nos lanzaban vasos de cerveza, otros líquido, otros gritaban y otros nos encaraban. Huímos al otro lado del estadio y nos sentamos con la pequeña porra chiva. Todo el maldito partido fue una tensión porque los de casa no dejaban de aventarnos objetos e insultarnos.
La policía solo nos recomendaba retirarnos “por nuestra propia seguridad”. El partido se fue a penales y ahora sí, la policia nos OBLIGÓ a retirarnos antes del cobro de penales “por nuestra propia seguridad”. No vimos cómo Rafa Medina falló su penal. No pudimos disfrutar un partido de final y esa fue la última vez que he ido a un estadio en México.
Gracias por leerlo, Dany. No te culpo, después de esa experiencia, por no volver a un estadio. Mi hermano tuvo una experiencia similar, también en CU. Muy desagradable.
Qué gran texto. Lo acabé leyendo en voz alta para que mi mujer también lo disfrutara. Los dos te agradecemos.
Excelente redacción, como siempre.
Me recordó un poco a este pequeño fanático:
Tu narración me conmovió hasta las lágrimas. ¿Cuántos de nosotros habremos soñado con la titularidad futbolera y luego enfrentado la autoridad Nazi de los entrenadores que truncarían el sueño? Ahora que mis hijos comienzan, ¿cómo prepararlos para un contexto así?. Gracias.
No tengo idea de cómo prepararlos. Lo primero que se me ocurre sería decirles que no hay motivo para quedarse callados si sienten que su entrenador no los trata bien. Ese fue, en gran medida, mi error.
Cuando menos jugabas en pasto, nosotros jugabamos en tierra; el papá de mi amigo de nombre Ekaitz fué nuestro entrenador. entendimos el valor de portar la camisa que el proporcionó a todo el equipo llamado después de varias encuestas (sospecho que fué arreglado), Athletic Club; iban y venían preparadores físicos, ayudantes del entrenador, hasta recoge balones, todos hablaban extraño y después comentaron que era euskera. De un momento desaparecían, pero comentaban que arreglarían algunos asuntos. Con estos personajes se acudía a hacer visitas arqueológicas (restos de pirámides, piedras, pinturas rupestres), culturales y por demás interesantes. Dejé y sigo sin verles desde hace casi 20 años.
Any thoughs?
Por cierto, me gustó tu texto
Tu relato me recordó aquellas tardes ochenteras de viernes en que iba con mis hermanos y mi viejo a CU a ver a Pumas. Nunca fui del lado del Pebetero, mi lugar era a la derecha del Palomar, a la altura del túnel 39, cerca de la línea que marcaba el saque de meta. Y sí, extraño aquel CU. Cómo me gustaría llevar a mi hija de siete años al estadio a ver a ese equipo que aún me sigue apasionando (quizá esa sería mi única crítica hacia tu postura: un viejo amor no se olvida nunca), pero ahora es imposible. Sólo la llevé una vez y a un partido contra el Querétaro. No había “riesgo”. Vi el inicio de la Rebel y hasta simpático me pareció, pero luego, ya como reportero de futbol, viví en carne propia su intolerancia y estupidez. Hace mucho no voy al estadio como aficionado, los últimos campeonatos de Pumas me ha tocado vivirlos como periodista. Los Pumas de Hugo nunca me convencieron, pese al bicampeonato. soy un nostálgico que añora a aquellos Pumas de los 80, aunque no ganaran títulos. Una tarde de 1990 los vi coronarse en Concacaf contra el Pinar del Río cubano, lloré eliminaciones contra el Puebla, Cruz Azul, cuando el equipo respetaba una idea futbolística y sacaba jugadores de La Cantera. Estuve en el estadio el 22 de junio de 1991, el día más grande como que he vivido como aficionado al futbol, el campeonato contra el América. La corrupción de Pumitas y el famoso “Repre” me tocó vivirla como reportero, cuando una ex gloria del equipo y un ex “periodista” llegaron a actividades deportivas de la UNAM, pero a un editor no le interesó el reportaje de mi compañero de redacción y toda la información, las “pruebas del delito” se quedaron guardadas en un cajón.
¿Cuántos de esos “orgullosos” barras de la Rebel conocen la historia del equipo más allá de las seis estrellas que llevan en la camiseta?
Justo anoche revisaba el libro de la historia de la Segunda División y le pregunté a algunos Pumas: ¿Contra quién se jugó Universidad el ascenso y en qué temporada? Pocos te responden acertadamente.
Nunca voy a dejar de sentir amor por Pumas, respeto tu postura, y lamento la imbecilidad de estos pseudoaficionados.
Saludos
Excelente relato Daniel.
Solo quiero comentar que no todo son la Rebel y las barras y que el club Universidad Nacional es mucho más que esos inadaptaos y tipejos como el tal García o el Pibe.
Te invito a ir a CU en el partido que gustes de la siguiente temporada (trato de ir cada 15 días) y verás que si hay lugar para ti, porque si hay lugar para un padre y su hijo de 4 años que se la pasa comiendo habas enchiladas y paletas de limón todo el partido , por qué no habría de haberlo para ti?, creeme, aun hay ambiente familiar en CU.
Te dejo mi correo: svaccb@yahoo.com.mx
Saludos!
Excelente en todos los niveles. Yo soy un caso parecido al tuyo, también tenía un sueño, crecí viendo a Pumas, idolatrando a Campos, el Pájaro Domizzi, Richard Zambrano, etc. y la burocracia tambiñen destruyó mis sueños, aunque a los 13 años.
Sin embargo, estoy de acuerdo con el comentario de Sergio Vázquez, en C.U. hay lugar para todos. Claro, mucho ha cambiado, como ha cambiado en el fútbol moderno, las barras y la bola de imbéciles que son una aberración al fútbol no sólo existen en México, y mucho menos sólo en Pumas. Hay de todo, pero a mi me sigue gustando el ambiente cada quince días, y sigo pensando que Pumas tiene de las mejores aficiones del país, sino es que la mejor.
Yo, personalmente, tomé el lado de seguir viendo fútbol, y seguir esa misma línea, y por lo pronto, tengo un blog de fútbol (te invito a que te des una vuelta http://www.trequartistaclasico.wordpress.com) y ciertamente me quiero dedicar a algo que tenga que ver. Si bien todo lo que mencionas es cierto, e incluso ha crecido en los últimos años -la burocracia y toda la mierda que has mencionado- el fútbol sigue siendo “el deporte más hermoso del mundo”.
Saludos.
¿Y sabes qué es lo triste? Que lo entiendo desde otro ángulo: yo estuve en un programa de la UNAM para la formación de profesores para el bachillerato de la UNAM. Cuando terminé y fui a pedir trabajo me salieron con un cuento para negármelo, mientras se lo daban a otros que no tenían ni el título. Así terminó mi carrera en la docencia, o si no terminó al menos entró en suspenso.
Pero yo no dejo de ser puma, no podría. La Universidad está secuestrada por gente como García o como los que con la mano en la cintura se adueñan de tu carrera desde su escritorio; a pesar de eso no deja de ser mi casa.
Lamento que para ti fuera distinto.
Tienes puntos muy acertados como el impedimento de muchos talentosos pumas que se quedan en el camino no por la burocracia, sino por los celos y la envidia que rodean a nuestra UNAM. Sin embargo, de ahí a que fueras el siguiente Hugo Sánchez lo veo muy dificil, he visto a decenas y decenas de personas del “Repre” y son muy buenos pero no unos cracks. Tú decidiste tu propio destino, no busques culpables y no generalices con la verdadera afición de los pumas, nosotros no tenemos la culpa de las barras.
Por último, dejarle de ir al equipo y olvidarte de todo lo que es la UNAM porque te trató mal un tal Pablo García es de cobardes.
muy buena tu historia, me gusto mucho, lo que te puedo decir es que añora todos esos recuerdos, sobre todo los buenos, recuerda como veias al balon, cuando ibas al estadio con tu papa, a aquellos idolos de la infancia
el futbol actualmente es puro negocio, yo tambien he ido perdiendo poco a poco el amor por mi equipo (america), no se que sera, si son las pesimos directivos, los jugadores sin amor a la camiseta o si hay otras cosas mucho mas importantes que esa bola de divas
en fin hay que vivir la vida y seguir adelante
Es bonito tu texto. Es claro que muchas personas nos identificamos con él. La infancia, los domingos, las naranjas de medio tiempo, las gradas (en mi caso eran garbanzos enchilados), etc.
Yo he visto, semana tras semana, durante ya casi 20 años (tengo 25) los altibajos del equipo y la evolución de la afición. Es cierto, ha cambiado. La convivencia entre planta alta, planta baja, palomar, pebetero, cabeceras y el hórrido Palomar ha variado con el tiempo. Quizá los jugadores también; directores técnicos, directivos, fuerzas básicas, aficionados, porras, barras…recuerdo a la Plus, la Ultra, la 68, el Rugido… todas parecen haber desaparecido ante la monstruosa Rebel, que, en efecto, no tiene mucho que ver con Pumas ni el futbol. También hay otra polución causada por los “aficionados de ocasión”: esos cabrones que no se enteran de Pumas hasta que pasan a semis y arrebatan boletos a muchos que estuvieron todo el año ahí.
No quiero generalizar. Pero si me gustaría decirte, Daniel, que todo eso sucede y va a seguir sucediendo. En Pumas, en la Juve (que tuve un vergonzoso episodio hace poco), en Corinthians, en River, y en todos lados. La gente cambia y con ella el futbol, el consumismo, los medios, etc. Lo importante, lo más importante, es recordar que el futbol es futbol y nada más. Muchos decimos que es como la vida misma…sí, entiendo, yo lo he dicho. Pero a fin de cuentas, el futbol es un medio más para tener una ilusión eterna, como esa de cuando eramos niños y no nos dábamos cuenta de muchas cosas. Ahora nos damos cuenta de más, pero no por eso hay que privarnos de la ilusión.
Siempre recuerda que le vas al equipo más hermoso del mundo, porque es el que a ti te hizo pararte temprano alguna vez y el que seguiste a pesar de estar en otro país. Si algún día lo sentiste, no dejes de hacerlo. Yo sigo comiendo garbanzos enchilados y pepitas, ahora me los paso con cheve. Yo no soy de la Rebel, ni lo voy a ser. Yo no veo el partido en la tele del Palomar, ni lo voy a hacer. Yo no me madreo a la salida, ni nunca lo haré. Y por eso, no soy parte de ellos. Pero eso no me quita mi lugar, en la planta alta del lado del palomar -como cuando era niño y me llevaba mi padre- el domingo a las doce cada quince días. Porque yo soy de Pumas y eso sí, lo voy a ser toda mi vida.
Pase lo que pase.
la verdad triste tu historia pero no por eso le vas a dejar de ir al equipo, eso t paso como t pudo pasar en atlante, jaguares y en cualquier otro equipo, este articulo tuyo solo t sirvio para expresar tu resentimiento por el fracaso, yo estuve en la cantera y tmb era el werito, aunque rapido hice amistades ahi y dos cuates de ahi siempre m decian que le echara ganas, tods los entrenadores son culero por q lo tienen que ser.
todas las aficiones son iguales, cualquier equipo de mexico tiene la misma aficion desastrosa, la unica diferencia de la de pumas es que es la mas fiel y siempre esta con el equipo sean buenos o malos tiempos, en CU o en cualquier estadio aunque este a 10,000 km de distancia ahi esta la gente apoyandolos.
pumas es la mejor cantera que hay en todo mexico, y no dudo que alguno de los chavos que acaba de debutar en este torneo haya vivido algo parecido a lo tuyo para estar parado en cu a los 18 años en un partido de 1a division.
Pumas siempre va a ser la mejor cantera y lo a demostrado a traves del tiempo por eso es el equipo que mas jugadores a puesto en la seleccion.
Arriba pumas el mejor equipo!
” después de festejar el día del padre con mi equipo, a todos les dieron una camiseta con la leyenda “Papá Pumita”, arriba de un dibujo de un pequeño puma en los hombros de su padre. Mi papá usó esa camiseta todos los domingos por más de diez años. Cuando, de tanto uso, empezó a deshilacharse, decidió enmarcarla.”
Ojo de Remi despues de estas lineas…
A muchos de nosotros nos paso lo mismo, inclusive en peores situaciones y en otros ambitos por supuesto, lamento muchisimo que malas experiencias te hayan alejado de lo que muchos de nosotros identificamos en los colores de la universidad, francamente no comparto contigo que la Rebel, Garcia, el Pibe y compañia sean suficiente razon para darle la espalda a los principios mas elementales de la institucion.
Dale otra oportunidad Daniel, por lo visto en tu trabajo estoy seguro que tienes mucho de Pumas todavia.
Un placer leerte.
Exelente Texto Daniel, lo de que tu padre enmarco la playera de “papa pumita” si me puso los ojos llorosos.
Con respecto a pumas creo q sobre todo han perdido eso q era pumas asi de futbol agresivo, entretenido pero con orden y espectaculo, con jugadores de cantera q te identificabas al momento con ellos, no como los chicos de hoy. Ahora solo es denle la pelota al delantero y haber si se puede llevar a todos para meter gol.
Tambien lamento tu historia en el repre, pero bueno todo eso aunque sea desde abajo se ve cada 4 años en un mundial donde mexico no pasa de hacer papeles riducolos repitiendo fracasos cada 4 años, en fin asi es mexico, ojala algun dia cambie por el bien de todos los q si se esfuerzan en este pais.
SALUDOS!
Bien.
Diré que me dió cierta curiosidad el encabezado de tu escrito, la forma y la manera en que te expresas con ese sentimiento nostalgico con cierto tipo de repulsión hacía lo que pudo ser y no fue(tu carrera como futbolista), y hacía lo que era y ahora es(la afición universitaria que asiste al estadio).
Puedo decirte que me ha tocado vivir en carne propia esa atipica experencia cuando tienes la sensación de que tienes mejores condiciones que otros jugadores pero al final del dia son otros los que se quedan, asi que diré que que estoy de acuerdo con ese desencanto que expresas.
Por otra parte escribiré dentro de estas lineas que tu texto y tu capacidad como escritor me agradan al grado de que si me lo permitieses poner actualizar mi estado con lo siguiente:
Es difícil enterrar tus viejas pasiones, pero es aún más difícil admitir que le has perdido el gusto a lo que alguna vez fue primordial en tu vida.
Exito.
P.D. Te hago una atenta invitación a que des “una vuelta :)” por mi neo-blog que recien compilé con Windos Live Space. Me gustaría recibir una critica sobre lo que escribo(no todo es de mi autoría) de alguien como tú.
Hasta pronto ..
Yo resumiría la parte de tu paso por La Repre con tus mismas palabras: terminaste alejandote del balon de nuevo.
Pero en cuanto a las barras eres muy acertado en denunciar que eso nos ha mantenido a muchos lejos del estadio. Yo siempre vi futbol en la tele pero hasta que entre a la prepa 9 y con mis primeros boletos gratis me convertí en puma de corazón. Al igual que muchos soy primero un orgulloso universitario y después puma de sangre azul y piel dorada. Durante la prepa fui varias veces al estadio, conocí gente que se metía en esas incipientes “barras” y por ellos mismos supe como se fue convirtiendo en un negocio.
Esa es la penosa verdad, esas “barras” son mucho más un negocio para sus dirigentes que un verdadero grupo de apoyo para el Club Universidad. Sobre todo la rebel, que incluso tiene su propia marca de ropa y demás accesorios, se nutre de los mas “ingenuos” seguidores de pumas de las prepas y cch. Es simple: les inventan la idea de que apoyan a los pumas y te venden todo lo que necesitas para eso, de esto y otras cosas se mantienen los dirigentes. Por supuesto que para ser posible todo esto la directiva en algun nivel, y tal vez completamente, está enterada y lo permite. Incluso su logo es un puma distorsionado, con barba, una cicatriz, algunas veces un piercing o gorra… son una completa verguenza y muchos de ellos ni siquiera se dan cuenta porque no quieren.
No creo que no le vayas a los pumas, simplemente no cuentan con tu apoyo en estos momentos pero al igual que muchos los seguiras queriendo y de vez en cuando volteando hacia CU.
Si cada mexicano tirara sus sueños por culpa de algún(os) burócrata(s) y de los malos tratos… ya no habría mexicanos…
Me dio mucha risa la parte que dices aventaste una botella al tuca jaja de verdad fuiste tu?… x cierto yo voy todos los domingos a cu en la parte del palomar aun se puede ir y disfrutar los partidos en familia el problema son los partidos contra america cruz azul y esos en donde se llena de puros villamelones que agreden e insultan hace poco me toco ver como le aventaban de todo a una chavita del cruz azul y a un niño ir a patearla y claro a su papa celebrandole la salvajada me dio mucha verguenza pero no todos somos asi habemos los que hemos ido toda la vida a cu y respetamos no dejen de ir al estadio
Soy un seguidor tuyo en Twitter y llegué a tu blog por el enlace que publicaste en esa red. Se supone que debería de estar comentando en el post de “Presunto Culpable”, pero no pude contener las ganas de seguir leyendo después de leer tu más reciente publicación.
Qué hermosa historia. Triste, quizá, pero hermosa.
Trataré de darme una vuelta por tu bitácora, es un gusto leerte. #VerdaddeDios.
Saludos cordiales.
saludos, no se si algun dia leas esto , pero te felicito por la narración que manejas.
Sabes, yo a la fecha soy aficionado Puma, y lo he sidio desde niño, aunque debo decir que no como lo eras tu, ya que yo le entre al mundo de los Pumas bien, ya hasta la preparatoria en 1995, antes era simplemente ver un partido de vez en cuando con mi papa.
fue a partir de ahi que empece a aferrarme a comprar las playeras cada yemporada y a tratarde ir al estadio por lom menos una vez al mes y en efceto, como ha cambiado una ida al estadio.
Como experiencia triste, en una ocasion fui al estadio con un tio y 2 primos, y nos toco del lado del pebetero, xq no conseguimos boletos en el palomar, como dices, uno al parecer por ser guerito pues le toca ser discriminado, ya que no acababa d eingresar por el tunel , cuando 2 seudo aficionados de las porras me encararon diciendo que porque me atrevia a estard e se lado, y que me largara, que era un fresa, etcetera, etc, todo esto por levarlentes oscuros y un sombrero tipo vaquero que era la opcion para no quedar todo quemado por el sol del medio dia, yo, por mi parte, tal vez por estupidez o tal vez por vale madrismo, me les encare diciendoles que les valia madres y que eran unos pobres nacos, y que si no les gustaba que fueran ellos los que no fueran al estadio, afortunadamente, el tono al parecer los sacod e onda y no tuvieron mas que hacerse a un lado y dejar la cosa en paz, pero debo decir que fue muy triste ver como la afición se ha llenado de seudo aficionados comparables con los de las barras americanistas.
en fin, sigo viendo los partidos por la tele cada que puedo, sin clavarme en el aferre de verlos, ya que no pasa nada si uno no ve un partido, y no me azoto si pierden, empatan o ganan, y dsfruto ver los partdiso junto a mi suegor chiva o mi concuño cruzazulino, y botanearnos por lo maleta de los equipos.
es bueno saber que hay gente alla afuera que es capaz de criticar a los pinches directivos de los pumas, que, siendo sinceros, manejan a las fuerzas basicas en base a recomendaciones, dejando ia varios chavos que valen mucho la pena, y dando la oportunidad a chavos que solo estan ahi por algun contacto o un padrinazgo.
saludos
En verdad que me conmovio esta historia, porque es algo que le ha pasado a muchos. Pero son pruebas que nos hacen màs fuertes, ha seguir a adelante y no rendirnos.
Pero el equipo no tu bo la culpa, si no personas que ni siquiera saben los sentimientos de los demàs. De hecho ahora muchas de las personas que van al estadio, no es por amor al equipo, si no por hecagr relaja nada màs.
Al menos yo, he dejado todo por mi equipo y me he aguantado insultos de las mismas porras del pumas.
Excelente narración y estilo…me gusto mucho y me hiciste recordar porque yo deje el teatro….Me gusto tu artículo. atte Marykovs
Daniel:
Me gusto mucho tu artículo, así como tu redacción. Desde mi particular punto de vista, creo que no debiste dejar de irle a Pumas, al final de cuentas por una persona que te trato mal, no era correcto el abandonar tu pasión, aunque te comprendo. Soy abogado de profesión, y músico por afición, en la infancia un maestro se burlo de mi por que no “saque” correctamente la V Sinfonía de Bethoven, y en un arranque de orgullo, deje de estudiar música y termine estudiando Derecho, hoy en día como hobbie toco en un grupo y sigo disfrutando y amando la música, así como amo mi profesión.
Respecto al tema de Pumas, para no desviarnos; de igual forma no es justo generalizar, existen muchos pseudoaficionados, sí. Sin embargo, dentro de las barras, existe gente que se dedica a apoyar al equipo y no cae en la violencia ni en la intransigencia de no respetar a los rivales, hoy en día, yo acudo cada quince días al Estadio Olimpico, con mi hermano, y con mis sobrinos de 2 y 6 años que son Pumas desde la cuna, y nunca hemos tenido ningún problema, nos sentamos en el palomar, y debo decirte que hay mucha comunidad universitaria que comparte la misma zona conmigo y con mi familia. Con esto no quiero decir, que CU sea el estadio más seguro de México, pero si quiero defender que no toda la afición de Pumas es radical, ojala algún día regreses al Estadio y sobre todo, puedas recuperar el amor que Manuel Negrete y companía de esa generación de oro de Pumas, te generó alguna vez. Saludos
Que mal que haya terminado así tu carrera futbolistica, la verdad es que jugabas muy bien, recuerdo cuando salimos campeones en la categoria 10 – 11 con Ruiseñores, al leer esta historia recordé varoas amecdotas y tambien entiendo por que algunas veces pateabas así el balon al terminar el partido.
Coincido contigo en que ir al estadio ya no es lo mismo como cuando ibamos de niños, es mas el simple hecho de ir a jugar al medio tiempo al estadio era lo mejor que podia pasarnos a esa edad.
Ruiseñores, carajo. Qué bonitos recuerdos. Un abrazo fuerte.
Me encanto el texto, a mi me paso lo mismo pero con el beisbol.
Como era una nulidad para el fut mi papa me llevo a jugar beis a la liga Maya, realmenmte lo disfrutaba, hasta que llegue al equipo del necio de Ari Ben Palestina, al que solo le interesaba ganar. asi que deje el beis.
Me encantó! 🙂
Me diéntifique totalmente con esta historia, en todo menos que mi familia jamas me apoyo para incursionar en ahora este inmundo deporte que se practica en Mexico llamado liga mx. Cuantos grandes talentos ha dejado ir nuestro pais por falta de oportunidades.
Uff! Me vienen los recuerdos. Yo también creí, estaba seguro, que algún día jugaría beisbol profesional a pesar de que jamás fui bueno, ni para el beis, ni para ningún deporte. Ahora creo que todos los que en algún momento hemos tenido este tipo de anhelos solo estamos proyectando nuestro deseo de trascender, de ser famosos, de ser admirados para justificar nuestra existencia diaria. Y al final nadie es anónimo porque nuestra propia conciencia nos juzga.
PD. Me encantaron “Cuervos” y “Fallas”, me falta adquirir “Fiebre”. Gracias!