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Posts Tagged ‘futbol’

Dicen por ahí que el Jabulani propicia el espectáculo. Yo lo tuve entre mis manos hace una semana, y admito que su textura me recordó a la de las pelotas de Sr. Naranja con las que cascareaba en el pasillo de mi casa a los ocho años. La única diferencia es que el Sr. Naranja costaba dos mil pesos menos y despedía un olor más agradable que el mentado Jabulani.

                Entiendo que Blatter escogió dicha pelota como el esférico mundialista por su carácter impredecible, como el de una nuez rodando sobre una mesa. Si lo que Blatter quería era que el Jabulani fuera el culpable de un par de goles, ya lo logró (namás pregúntenle a Inglaterra y Argelia). Si lo que quería era más espectáculo, el suizo y su pelota nos han quedado a deber. El Jabulani bota como si la cancha fuera de concreto y dibuja curvas propias de un frisbee playero. Si Monsieur Blatter está tan empecinado en que haya más goles, humildemente le propongo mejores (y más atrevidas) medidas:

                Como bien dijo mi hermano en The New Republic, podrían ampliar la portería por un metro de ancho y medio metro de alto. Para complicarle las cosas al portero, el área chica podría estar escarchada con hielo. O, bien, las autoridades de la FIFA podrían cavar un hoyo en ese mismo espacio y llenarlo de arena movediza. Blatter podría abolir el fuera de lugar y obligar a los defensas a jugar con tacones.. Propongo, también, que se otorgue un penal al final del primer tiempo para el equipo que menos faltas haya cometido. Un balón en el poste o el travesaño podría valer por medio gol (aunque esto desquiciaría las quinielas: imaginen adivinar el marcador de Japón y Camerún: 1 gol a  ½). Para deleite de las damas, el jugador más guapo de cada equipo podría escoger, después de cantar los himnos, al jugador menos agraciado del equipo contario y echarlo del partido previo al silbatazo inicial. Los jugadores con números nones en la espalda podrían usar las manos mientras que los pares serían inmunes a cualquier tarjeta. Propongo también que se castigue con penal cualquier despeje que no sea de tijera o chilena. Y propongo que en dicho penal el portero esté obligado a usar un parche de pirata en el ojo izquierdo, para complicar las cosas.

                Sí, sé que algunas de mis propuestas suenan absurdas. Tan absurdas como jugar un mundial con una pelota que es un piojo de plástico. Espero que Blatter haya aprendido la lección y decida jugar la próxima copa del mundo con un balón que no se parezca al Sr. Naranja. Aunque todo problema mundialista –salvo el de las malditas vuvuzuelas- tiene su lado positivo: las escuadras mundialistas han encontrado en el Jabulani a su chivo expiatorio favorito. De ahora en adelante, la culpa no la tienen los defensas, ni los porteros, ni los mediocampistas. La culpa de todos los goles la tiene el Jabulani. Blatter debe estar feliz.

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¿Por qué me parece tan, tan, tan triste lo que le pasa a la Selección Mexicana?, ¿por qué soy incapaz de verlo como un problema de índole futbolístico -un pinche deporte- y dejarlo ir? Trataré de explicarme.

A los doce años, mi vida era el futbol: vivía para jugarlo, verlo y seguirlo. En ese entonces, sólo un jugador mexicano jugaba afuera de la liga nacional: Luis García. Quitando al ariete del Atlético de Madrí, todos los demás jugadores, hasta el genio de Alberto García Aspe, jugaban en el Necaxa, en los Pumas, en el América y las Chivas. Era fácil atribuir nuestros fracasos a la falta de experiencia en el extranjero de la mayoría de los seleccionados.

“Claro”, decía mi papá. “¿Cómo le van a ganar a Bulgaria si ni uno juega en Europa?”.

Ese equipo, de jugadores sin experiencia internacional, sin defensas del Barcelona y el PSV Eindhoven, ese equipo hizo pedazos a domicilio a más de la mitad de los equipos de la Concacaf. Hicimos trizas a Honduras, Canadá y, si no mal recuerdo, eventualmente nos vengamos del El Salvador y les metimos una goliza (no jugamos contra Estados Unidos porque se clasificaron automáticamente por ser anfitriones). En el Azteca ganamos siempre por diferencias abultadas. Todavía recuerdo las escapadas de Ramón Ramírez, los goles de Luis Flores (¡Luis Flores!) y Nacho Ambriz. Luis García -nuestro única exportación- a veces ni siquiera jugaba (porque el Atlético no lo prestaba). Y aún así: pasamos al mundial… caminando. En ese entonces, no le perdonábamos ni una derrota a la selección. Recuerdo una vez que perdimos en El Salvador y fue una tragedia nacional.

Cómo han cambiado las cosas. Ahora tenemos jugadores de exportación pa echar para arriba. Guardado, Osorio, Márquez, Franco, Giovanni, Vela, etcétera. Y no hemos ganado ni un sólo partido de visitantes. Cada victoria en el Azteca se siente como un triunfo colosal.

“¿Cómo?”, se pregunta mi papá. “Si tenemos tantos jugadores en Europa”.

Lo tristísimo de nuestra situación es lo que parece decir de nosotros. De nuestra incapacidad para mantener los pies sobre la tierra cuando triunfamos en el extranjero. No tengo idea de cómo se den las cosas en los vestidores de la selección, pero presiento que algunos europeos son unos sobrados, que ven a la selección como una carga y no como un honor. Es triste, también, porque esta serie de fracasos arroja por la borda el mito de que necesitábamos ser exitosos en el extranjero para que nuestro futbol a nivel selección mejorara. Ahora, ¿a quién culpamos a la hora de perder en Octavos de Final? La lista de culpables adelgaza. Poco a poco comienza a quedar una sola explicación: no sabemos bien a bien como jugar en conjunto, nos hacemos chiquitos en competencias internacionales, seguimos sin ser buenos en el único deporte que nos importa. Y no: no se me ocurre una solución sencilla para estos problemas.

¿Qué hacemos?, ¿volvemos a juntar una selección como la de 1994, llena de jugadores del Necaxa y los Pumas, y prescindimos de los jugadores europeos?, ¿hasta cuándo vamos a depender del único 10 que ha tenido la selección en quince años: Cuauhtémoc Blanco?, ¿hasta que el tipo tenga cuarenta años?

En lo que resolvemos estas incógnitas, el que sale perdiendo es el fanático panbolero mexicano. Por lo pronto nos vamos a quedar sin ir al mundial.

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            Por más que intento, sigo –tras quince años de leer y ver periodismo deportivo- sin entender cuál es la importancia de entrevistar a los jugadores de futbol. No sé si, previo a debutar, todos se ven obligados a ir a la misma clase de “cómo dar entrevistas a Televisa”, pero el hecho es que siempre dicen lo mismo, con las mismas palabras, sin importar la circunstancia. Ejemplos:

 

 -Tras perder el juego de ida de la semifinal.

 -Entrevistador: Memo, ¿cómo viste el juego?

       -Memo: Pues bien. Sabíamos que era un rival importante, un rival de cuidado. Y, bueno, pues la verdad es que hay que seguir trabajando y, bueno, ver para adelante, sabemos que viene el juego el próximo domingo y pues, bueno, a trabajar en la mentalidad y a prepararnos lo mejor que podamos para el domingo.

 

-Tras ganar el juego de ida en la semifinal:

-Entrevisador: Memo, ¿cómo viste el juego?

-Memo: Pues bien, gracias a dios. Sabíamos que era un rival importante, un rival de cuidado. Y, bueno, pues la verdad es que hay que seguir trabajando y, bueno, ver para adelante, sabemos que viene el juego el próximo domingo y pues, bueno, a trabajar en la mentalidad y a prepararnos lo mejor que podamos para el domingo.

 

-Tras ser eliminado en la copa del mundo:

-Entrevistador: Memo, ¿cómo viste el juego?

-Memo: Pues, bien, la verdad. Yo me quedo contento. Hicimos lo mejor que pudimos. Sabíamos que era un rival importante, un rival de cuidado y, bueno, pues a seguir trabajando, a ver para adelante y, bueno, a prepararnos para el siguiente ciclo, que va a ser importante, y bueno, a trabajar en la mentalidad y para la siguiente será, ¿no?

 

-Tras ganar la copa del mundo:

-Entrevistador: Memo, ¿cómo viste el juego?

-Memo: Uy, pues muy bien, ¿no? Yo creo que el sueño de todo jugador es llegar aquí y, pues, sabíamos que era un rival importante, un rival de cuidado y que iba a ser un juego difícil y que el rival nos iba a esperar atrás y, bueno, pues qué bueno que se dieron las cosas. Había que darle la alegría a la gente y ahora hay que celebrar y pues, bueno, a seguir trabajando y cosechando éxitos y ver para adelante.

 

-Tras ser avisado que un compañero suyo sufrió un ataque cardiaco en la cancha:

-Entrevistador: Memo, ¿cómo viste el paro cardiaco?

-Memo: Pues, difícil, la verdad. Sabíamos que era un entrenamiento importante y que teníamos que esforzarnos y, bueno, pues la verdad es que no nos lo esperábamos y, bueno, ojalá todo salga bien, le rezaremos a dios para que se componga y, bueno, a ver para adelante, que viene el juego del domingo, un juego importante, un rival complicado y, bueno, a ver qué pasa, ¿no?

 

 

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